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conciencia

¿Necesita «Dios» (la Conciencia) tiempo para crecimiento personal?»

La parábola describe un viaje desde la perfección inconsciente

La cuestión no es menor, pues resulta de poner en juego nada menos que la resultante del pensamiento divino, y es todavía más; un desafío a la razón de quienes intentan negar la existencia de alguna entidad más allá del conocimiento racional.

El planteo sobre que la razón no puede negar aquello que puede conocer es tan antiguo como la discusión misma, sin embargo, el estado actual de evolución de conciencia impone un nuevo parámetro que tiene que ver con una perspectiva limitada del universo manifiesto declarada en el Libro de la Revelación (Apocalipsis), cuando dice: «Soy el Alfa y el Omega y soy el Viviente» (Ap. 22-13)

Esta sentencia se ubica más allá del umbral de lo que la mente humana puede imaginar o comprender, porque explica el “tiempo” de Dios, donde todo es UNO, en la esencia de lo que siempre ha sido y siempre será, lo que humanamente se llama “La Eternidad”.

Entonces, si la Conciencia es una manifestación de la Divinidad, ¿Cómo es posible hablar entonces de “proceso de desarrollo” de la misma? Sencillamente porque en este mundo de formas aparentemente separadas la perfección atemporal es un concepto inconcebible.

Todo lo que existe tiene Ser, tiene esencia divina, tiene algún grado de conciencia. Incluso una piedra tiene conciencia rudimentaria; de lo contrario, no sería y sus átomos y moléculas se dispersarían. Todo está vivo.

Ese conjunto de Universo en vida y movimiento es un Sistema donde la razón del hombre suele tomar retazos para nombrarlos, para utilizarlos, incluso para destruirlos, alterando el “juego divino” y generando el dolor y la tragedia porque no comprende que todo está pensando siguiendo el hilo conductor que lleva desde la Creación hasta el Reencuentro.

Esto puede llevar a un grado mayor de conciencia en el ser humano tal que lo haga encontrar que la muerte no es el suceso trágico por excelencia de la vida, sino un momento más en el ese movimiento eterno y continuo.

Sólo cuando el hombre crea una identidad separada para cada forma, si olvida que su conciencia es esencia divina expresándose a sí misma en la forma, entonces ese desenlace se convierte en la tragedia, aunque no lo sabe sino hasta que realiza su propia esencia divina como pura conciencia.

La tragedia humana es concebida como una falla en algún punto de la línea de la evolución, sin embargo, incluso esto es parte del juego divino; es el gran desafío a la mente egotista (ego) y el punto donde se establece una disfunción considerable.

Finalmente, la presión del sufrimiento creado por esta disfunción aparente, fuerza a la conciencia a des-identificarse de la forma y la despierta de su sueño de forma: vuelve a recuperar auto-conciencia, pero a un nivel mucho más profundo que cuando la perdió.

Este proceso lo explica Jesús en su Parábola del Hijo Pródigo, que deja el hogar de su padre, dilapida su fortuna, se convierte en un mendigo, y después es forzado por su sufrimiento a volver a casa. Cuando lo hace su padre lo ama más que antes.

El estado del hijo es el mismo que antes, sin embargo no es el mismo. Tiene añadida una dimensión de profundidad.

La parábola describe un viaje desde la perfección inconsciente, a través de la imperfección y del «mal» aparentes, hacia la perfección consciente.

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