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Explicando el Amor del Universo en la Creación

Dios no es un individuo, sino un campo de energía

Dios no es un individuo, sino un campo de energía. Un campo psíquico absoluto en eterna expansión, instantáneo, que puede ser llamado Dios si se prefiere, seguro de Su propia existencia que puede continuamente destruirse y reconstruirse.

Esa energía es así de increíble y en realidad Él forma todos los Universos y está dentro de todos los Universos, los sistemas y los campos. También está consciente en toda la gente que se mueve por Él y es toda esa gente que se mueve.

Todo aquello que “es” (Dios) conserva el recuerdo de su estado y fluye en un constante impulso buscando una renovada creatividad. Es por esta razón que cada uno en su consciencia está dotado del impulso a la supervivencia y a la creatividad.

Todo aquello que Es, existía en un estado de Ser, pero sin los medios para expresarlo. Al inicio todas las realidades probables existían como sueños nebulosos en el interior de la consciencia de Todo aquello que es. Acto seguido proveyó a ese Todo de mayores detalles y deseó que esta diversidad sea y amó aquello que no era separado aún de Él.

El relato tiene una enunciación en prosa de lo que representa el espíritu de Juan, 1-1 (Al Principio era el Verbo (o Logos, según la traducción), de donde además vale aclarar en términos llanos y no teológicos que esa potencialidad creadora el Ser la compartió con cada creatura junto a la probabilidad de Sus sueños.

Para hacerlo debía compartir su realidad aunque esto significara “perder” una porción de Su conciencia. Así, el Ser (Dios) con amor deseo y dejó ir aquella porción de Sí mismo y los seres fueron libres.

La energía psíquica explotó entonces en un rayo de Creación.

Es interesante comprender que “todo aquello que ES, ama todo aquello que ha creado, esto explica la dimensión del Amor que cada individuo tiene hacia sus hijos, hacia las cosas que hace o crea, porque comprende la ternura y la unicidad de una consciencia que triunfa y goza de cada progreso alcanzado por cada consciencia… y festeja y goza del más pequeño acto creativo de cada uno de Sus derivados.

De esta manera es que el mandato es ayudarse unos a otros, invitar a otros a través de los siglos formando nuevas dimensiones, siempre ayudando a crecer a los otros, porque ese intercambio de consciencia entre todos es una fuerza que no podrá jamás ser interrumpida.

Esta es la esencia del Amor que preside la Creación y se resume en aquella fórmula del Cristo: “Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado”.

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