‘Si Cristo no resucitó, vana es nuestra Fe’ (1 Corintios 15:14)

La Resurrección del Cristo es el centro del mensaje Cristiano pues otorga plenitud a la esperanza del hombre. La Resurrección cubre de sentido vital la existencia humana, respondiendo ampliamente al interrogando sobre qué pasa más allá de la muerte.

Por supuesto, es un dogma de fe que colisiona irremediablemente con el racionalismo, pero que sin embargo alcanza a otras instancias trascendentes del hombre como el ideal de la felicidad plena y la certeza de que el mal, el pecado y la muerte pueden ser derrotados.

El planteo teológico de la Resurrección interroga a su vez al intelecto, pues, ¿cómo se puede volver a la vida en cuerpo y alma?

La respuesta no es menor sino por el contrario se tiñe de la máxima racionalidad al decir que el cuerpo resurrecto es “glorioso”, o sea, no vuelve a la vida terrenal sino que asume una nueva condición que para los sentidos de esta tercera dimensión no es verificable.

De modo entonces que el pináculo del misterio que nutre al tiempo Pascual es justamente el planteo vital más trascendente de cualquier ser humano y su respuesta ¡La vida continúa más allá de la muerte! Revitalizada, gloriosa, en otro estado y dimensión.

Dirá San Pablo sobre la Resurrección que es “Escándalo para los gentiles” y enorme desafío de fe para los creyentes.

Dos polos opuestos para un mismo interrogante al fin: ¿Así será?